
Un
rugbier disfruta un día de lluvia y barro. Especialmente cuando juega o entrena. No hay placer más grande para un jugador de
rugby que
volarse para marcar un
try y deslizarse por el césped mojado. O arrojarse a cubrir una pelota suelta estancada en un charco de lodo. Ni hablar de tirarse a los tobillos de un
escurrizo winger que quería escaparse. Estas fotos son del final de la
escuelita de verano, después de un
partidito sobre la superficie preferida de los
rugbistas.

Claro que después hay que sacarse todo ese lodo y pasto, que a veces se queda pegado en lugares recónditos del cuerpo. Pero también es divertido (aunque no lo es para las madres y esposas que lavan las prendas después).

Sin embargo, hay una bacteria en los lodazales cruceños que ataca el sistema nervioso de los jugadores de
rugby. Esta foto muestra el desorden mental que produce el microorganismo en
Carlitos y los hermanos Quita-hipo.